viernes, 17 de junio de 2016

Para los amantes de la Caligrafía Antigua. Alta Edad Media




¿Qué tiene la Edad Media para que nos atraiga tanto? Su historia, su leyenda, despiertan en nosotros algo que nos hace soñar despiertos. Porque somos muchos los que compartimos esta pasión, hemos decidido publicar en nuestro blog dos entradas, la escritura en la Alta y la Baja Edad Media, ya que hay tanto que contar, que merece detallarlo en dos partes… esperamos que disfrutéis tanto leyéndolo como nosotros publicándolo.

La Alta Edad Media (s. IV-XII) es considerada una etapa en la que la producción del libro, y la cultura misma, se refugió en los monasterios. 



Todos estos monasterios tenían un Scriptorium y en este lugar, trabajaban los monjes elegidos para la tarea de copiar textos, y donde se guardaban los libros. Los monjes trabajaban desde la salida a la puesta del sol, ya que estaba prohibido hacer fuego para evitar los incendios. Con el fin de trabajar sin interrupción, el acceso al Scriptorium se hacía a través de una escalera de mano que se quitaba una vez todos los monjes estaban dentro.

En estos talleres, la actividad estaba dirigida por un monje experto que era el que repartía el trabajo, y que a la vez era el encargado de la biblioteca. El trabajo en el Scriptorium estaba perfectamente dirigido y repartido entre los monjes que se especializaban en cada uno de los pasos de la elaboración de los Códices.




ELABORACIÓN DEL CÓDICE.

Utilizaban como materia escriptórea el Pergamino, que ellos mismos preparaban con la piel de los animales que criaban en el monasterio. Una vez matado el animal y desollado, la piel se raspaba hasta que se eliminaban los pelos y la epidermis; después se descarnaba y se dejaba una fina capa de la dermis. Una vez realizadas estas operaciones se procedía al estiramiento de la piel, y después se le aplicaba una capa de barniz o cera para poder escribir sobre ella, evitando una absorción rápida, y las letras quedaran bien dibujadas. Se calcula que de la piel de un animal se aprovechaba más o menos unos 50cm2.

Una variante de pergamino era la “vitela” que se obtenía de la piel de un animal muerto al nacer, esta variedad daba como resultado una materia escriptórea mucho más blanca y fina que la del pergamino, y se utilizaba para realizar Códices que encargaban los reyes, nobles o los altos dignatarios de la Iglesia.

Cuando el monje Pergamentarius había obtenido el pergamino, éste se doblaba varias veces para poder obtener los cuadernillos que formarían el Códice. Un Códice no está hecho de páginas sueltas, sino de pares de hojas o “bifolia”. Se juntan varios pares de hojas, uno dentro de otro, se doblan verticalmente por el medio, de modo que puedan coserse por el centro del doblez, y así queda hecho un libro en su versión más sencilla.




Todos los manuscritos medievales están hechos a base de cuadernillos, para facilitar el reparto de trabajo y su transporte.

Una vez que el Pergamentarius había plegado las pieles, pasaba los cuadernillos a los copistas o Scriptor Librarius, que escribían el texto en tinta negra, cuya base era el plomo. Solían escribir sobre sus rodillas con una tabla, más tarde aparecería el pupitre.





Evidentemente los códices medievales se escribían a mano. Es bien conocida la imagen del copista copiando textos con una pluma de ave, imagen totalmente correcta. Las tintas eran más espesas y viscosas que las modernas, y se conservan abundantes fórmulas de la época para su fabricación.

Respecto a las plumas, es bien sabido que las mejores plumas son las cinco o seis más exteriores de las alas del ave. Para un copista diestro, la pluma debía tener, con objeto de que se ajuste cómodamente a su mano, una ligera curvatura natural precisamente en su lado derecho, es decir, debía provenir del ala izquierda del ave, y por tanto, los copistas zurdos debían utilizar plumas provenientes del ala derecha.




Una vez tenía la pluma adecuada, el copista debía cortar con un cuchillo pequeño y aguado –un cortaplumas-, haciendo por lo general dos partes, de forma muy parecida al plumín de una estilográfica. Seguidamente hacía una hendidura en el centro del extremo; por último apoyaba la pluma sobre una superficie dura y presionaba en él con la hoja del cuchillo, cortando así una fracción de milímetro a lo ancho, obteniendo de este modo una punta total y perfectamente aguda.

Antes de empezar a escribir, el copista trazaba unas rayas horizontales y otras verticales en las hojas del cuaderno con el fin de que todas respetaran los mismos márgenes y no quedaran torcidas las líneas de escritura. Para realizar esta operación de rayado utilizaron el lápiz de plomo o la rueda dentada.

Al comenzar la copia, el copista solía poner las palabras “hic íncipit” o “íncipit” y a continuación el título de la obra que solía ser las primeras palabras de la misma.

Al escribir el texto, el copista dejaba en blanco los huecos para las letras iniciales (capitales) y las iluminaciones (ilustraciones) que acompañaban el texto.




Cuando el copista terminaba su tarea, ponía las palabras “hic explicit” o “explicit”, siguiendo la tradición de los rollos de papiro en los que esta palabra significaba que el volumen había sido totalmente desarrollo y el texto finalizaba en ese lugar.

En los códices manuscritos, después del “explicit” el copista añadía unas líneas donde solía figurar el título de la obra: la fecha en la que había sido terminada de copiar, el nombre del copista, el monasterio donde había sido copiado, incluso algún comentario de tipo personal. A todo esto se le denominaba “suscripción” o “colofón”.

Normalmente en un Scriptorium trabajaban varios copistas cuya principal cualidad debía ser la regularidad de su escritura, ya que al final del trabajo se unían cuadernillos de distintos copistas, de ahí que la regularidad de la letra fuera tan importante.

Son muchas las variantes de “escrituras nacionales” que se utilizaron desde principios de la Alta Edad Media en los distintos territorios. En España: la escritura visigótica, en Francia: la escritura merovingia, en Italia: escritura italiana y beneventiana…

Cuando el texto estaba escrito, el copista pasaba los cuadernos al “monje Rubricator” que era el que diseñaba las iniciales decoradas, habitualmente en tinta roja.




Una vez hecha esta operación, realizaba su labor el “monje iluminator” que era el responsable de ilustrar el códice con: Miniaturas: (minium, ilustraciones a varios colores, predominaba el rojo, que se extraía del minio) e Iluminaciones (lumen, significaba luz, se hacían en oro y plata).

Una vez copiados e iluminados los cuadernillos, eran entregados al “monje Encuadernator” que era el encargado de ordenarlos para coserlos y ponerles unas cubiertas.

Con el fin de que el encuadernador no se confundiera en la ordenación, el copista previamente, había puesto unas señales en cada uno de los cuadernos; estas señales consistían en unas letras griegas, en los manuscritos bizantinos, o letras latinas o números romanos en los manuscritos de occidente. A estos signos se les conoce con el nombre de “Signatura Manuscrita”.



También se utilizó el sistema de “Reclamo”, que consistía en escribir en el margen inferior de la última cara del cuaderno, la palabra con la que comenzaba el siguiente cuaderno.

Más adelante se utilizó la “Foliación” que consistía en numerar (con números romanos o arábigos) las hojas de los manuscritos por el “recto” (parte frontal)

Y posteriormente surgiría la “Paginación”, sistema por el cual se numeran ambas caras de la hoja, es decir, “el recto y el verso”.

En la Alta Edad Media vimos dos tipos bien diferenciados de encuadernación dependiendo del uso que se iba a dar al Códice o de quién había encargado la elaboración de dicho Códice: una era la Encuadernación monástica (después de ordenados los cuadernillos, se cosían y se les ponía unas cubiertas de madera forrada de piel, y en los extremos y en el centro se clavaban unos “bullones” (clavos de cabeza gruesa) con el fin de que al colocarlos en los armarios no se deteriorara la encuadernación, ya que se colocaban horizontalmente uno encima de otro, y no verticalmente como en la actualidad. 




La otra, era la Encuadernación de orfebrería (los manuscritos encargados por una personalidad importante, o que iban a ser objeto de regalo a una de estas personalidades se trataba de manera diferente; el pergamino utilizado era la “vitela”, incluso algunas veces lo tenían en color púrpura, el texto se escribía en tintas de oro y plata, llevaban múltiples iluminaciones y la encuadernación se realizaba con tapas de madera que se forraban con plata, e incluso alguna vez con incrustaciones de piedras preciosas).




Por último, el “monje armarius” se encargaba de guardar, conservar y catalogar los manuscritos en unos muebles tipo estanterías denominados “armarius”.

El pergamino era un material que permitía su reutilización, muchísimo mejor que el material escriptóreo anterior, el papiro.

En épocas de escasez debido a epidemias, guerras, etc, los monjes reutilizaban los códices eliminando lo escrito, para ello había dos técnicas: bien raspar las letras con una cuchilla, si el texto tenía poca extensión, o bien meter el pergamino en leche, durante 24-48 horas, y después introducirlos en la corriente de un río para eliminar los restos de la leche del pergamino. Tras cualquiera de las dos técnicas se aplicaba una fina capa de barniz o cera, para que el pergamino no absorbiese  la tinta posterior y la caligrafía quedase lo más nítida posible. Estos códices reutilizados recibieron el nombre de “Palimpsestos (borrar otra vez) o Códices Rescripti” (desencuadernados).

Durante la Alta Edad Media, en la Corte de Carlomagno, se inició un movimiento cultural conocido como el Renacimiento Carolingio. Dos grandes novedades de este período fueron la creación de la Escritura Carolingia, que unificó las distintas variedades nacionales, y en lo que respecta a la iluminación de los códices, esta época fue iniciadora de “motivos vegetales” inexistentes hasta entonces.

Os dejamos aquí un vídeo que os será sumamente ilustrativo:




En nuestra siguiente entrada de blog referente a la Edad Media y la escritura, partiremos del siglo XII hasta el XV. Veremos cómo se produjo la secularización de la cultura, la aparición de las primeras Universidades, los Gremios Pergamentarios… pero todo eso será en la segunda parte de… Los amantes de la escritura antigua  





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